Y SE FUE LA LUZ
Hola es el año 2100 y no se imaginan la cantidad de
máquinas que hay. Mi nombre es Juanita, vivo en una casa que flota por las
nubes y todos los días voy al colegio en una nave espacial. Mis compañeros de
aula son de todos los colores y viven en diferentes galaxias al igual que yo.
Tengo una
máquina para cada cosa, cuando me levanto esta mi robot que me lleva a rastras
al baño, en él, el cepillo se mueve solo,
la ducha tiene manos que me restriegan y la toalla me la pasa el toallero. Cuando
salgo del baño mi robot me viste, me peina y amarra las agujetas de mis
zapatos.
No tengo
necesidad de bajar a desayunar, aquí mismo en mi cuarto tengo un lugar diseñado para eso y como voy al
colegio en una nave espacial puedo salir por la ventana sin necesidad de
asomarme a la puerta.
Soy la
mayor de 2 hermanos, mis papas dicen que
en esta época sería una mala idea tener más de dos hijos, aunque a mí me
gustaría tener un hermano más.
Cuando
llego al colegio no tengo maestro como lo hacían en el siglo pasado, este es
remplazado por un holograma que nos explica cuáles son los temas que debemos
desarrollar y los links para poder conseguirlos en las tabletas.
Al salir
a recreo cada uno de mis compañeros tiene un dispositivo móvil de alta tecnología,
con el que puede divertirse sin necesidad de levantarse de su puesto ni de
interactuar con los demás, es fantástico.
Como mis
padres trabajan todo el día, la jornada escolar se extiende hasta las 6 de la
tarde hora en la que pasa mi nave a recogerme y dejarme en la misma ventana por
la que salgo todas las mañanas.
Cuando
es la hora de la cena todos bajamos a comer pero cada uno tiene un enchufe
debajo de la mesa donde pueden conectar sus dispositivos electrónicos para
trabajar mientras comemos, por eso la conversación es poco fluida.
Solo hay
una persona en mi casa que se rehúsa a vivir de esta manera ella es mi abuela,
tiene cien años de edad y vive en nuestra casa, es la mama de mi mama y todas
las tardes se encierra en un cuarto al que hace llamar biblioteca. Ella dice
que para distraerse no necesita ningún aparato que se enchufe, ni mucho menos
viajar de galaxia en galaxia en una nave espacial, solo debe entrar a su cuarto
mágico y desde allí puede ir a los lugares que mi mente no se alcanza a
imaginar.
Un día
todas las galaxias a nuestro alrededor incluyendo la nuestra se infectó de un
virus muy potente que destruyo todos los sistemas con los que funcionan nuestros
robots. Se sentía un silencio inmenso, las casa dejaron de flotar y se precipitaron
al suelo cada una al lado de la otra, no habían robots que cocinaran, ni que me
bañaran, ni mucho menos naves que me llevaran al colegio.
Esto era
el fin!
Todos estábamos
desesperados, mis padres por su trabajo, mi hermano menor por sus juegos
virtuales y yo porque no me podía comunicar con ninguna amiga, mi Tablet quedó inservible.
En ese
momento me acerqué a mi abuela y susurrándole al oído le pregunte como hacía
para estar tan tranquila en medio de tanto caos. Mi abuela con su voz dulce y
angelical me respondió con mucho cariño diciéndome.
¡Hijita
no te preocupes, en mi tiempo no había nada de lo que ustedes llaman felicidad
y sin embargo éramos más felices que lo que ustedes son ahora!
Pasé
toda la tarde sentada en las piernas de mi abuela, escuchando la manera como
conversaban, jugaban y estudiaban en su tiempo.
De un
momento a otro las por todas las calles se rumoraba que el daño iba a tardar
una semana y que se declaraba alerta roja porque no se podían utilizar los
aparatos que desde que yo nací me habían hecho todo.
Mi abuela
muy tranquila como siempre sacó su vieja mecedora, la puso en la puerta de la
casa, de su refugio sacó algo a lo que le llamó libro y comenzó a leer, poco a
poco se fueron acercando los niños y adultos a escuchar los relatos de mi abuela, poco a poco nos sumergimos en el mundo de la imaginación
y no necesitamos nuestros aparatos electrónicos para distraernos, gracias a las
rimas y juegos de la abuela pudimos superar el impase.
A la
hora de la cena, la abuela nos preparó una exquisita comida, sabia fresca y olía
deliciosa, nada que ver con los plásticos
y el microondas, nos sentamos todos en la mesa y por primera vez en mis nueve
años de nacida hablamos y hablamos hasta tarde.
Fue una
experiencia única e inexplicable, todas las noches leíamos una nueva historia
de la biblioteca de la abuela, me sentí cercana a mis papas y a mi hermano. Esa
noche descubrí que lo que más me gusta en la vida es tener tiempo para
compartir con mi familia a la sombra de un buen libro.
A la
semana siguiente cuando llegó la luz, todos nos propusimos cada noche comer sin
ningún dispositivo móvil encendido y después de la cena leer increíbles aventuras
en compañía de mi superabuela.
Y colorín
colorado este cuento se ha acabado.
Interesante el cuento, pero cuál es la relación con los autores.
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